J.S. Sansano

Un Mal Moderno

Ya van dos libros que leo, en lo que va de año, en cuyos finales dedican un tiempo a reflexionar sobre el mismo tema. De dos autores muy diferentes, ambos actuales; «Conversaciones entre Amigos» de Sally Rooney, y «Por si las Voces Vuelven» de Ángel Martínreseñado en este blog, por si os interesa—. Esto me ha llevado a pensar que debe tratarse de un «mal moderno». El otro día, incluso, lo hablaba con unos amigos en un bar, con buen maridaje de cañas. Y es que de hablar va la cosa.

«Las personas no sabemos escucharnos entre nosotros».

O cada vez nos interesa menos lo que dicen los demás. O, quizás, consideramos que nuestra aportación es mucho más interesante.

A rasgos muy generales, hay tres tipos de personas en una conversación:

  1. Las que saben lo que van a decir antes de que termines;
  2. las que ni siquiera se esperan y te interrumpen;
  3. y las que escuchan hasta el final.

Muchas veces me sorprende comprobar ese ímpetu con el que la gente se lanza al ruedo de un diálogo, debate o discusión, sin prestar atención a la conclusión del interlocutor, para replicar o dar su opinión sobre un dato —del que conocen o creen conocer una información trascendental— antes de que la oportunidad se diluya en el transcurso de la charla. Me flipa la alta estima en la que tenemos a nuestra opinión —y para Twitter, un botón—.

En serio, ¿y por qué lo hacemos? La mayoría somos expertos en datos cuñaos, sabemos mucho de nada, y eso gracias a YouTube o al que dijo que dicen que han dicho. Nos encanta escucharnos hablar y decir cosas “inteligentes” —y eso dentro de nuestras cabezas, porque si nos escuchamos en audio, la cosa cambia, ¿eh?—. Incluso hay algo peor, muchas veces me descubro respondiendo en mi turno de palabra con el pronombre «Yo» en vanguardia para cualquier frase. Es cierto que es nuestra vida y nuestro punto de vista, pero ya os digo «yo» que no siempre estamos hablando de uno mismo.

Quizás os hayáis fijado en este detalle a la hora de conversar. Si no es así, es probable que no hayáis prestado la suficiente atención a vuestro interlocutor…

un mal moderno jssansano

Supongo que, cuando estamos entre iguales, que el otro te cuente su vida le quita tiempo a la tuya. Por eso mismo, hay que ir acuñando el palique a pronombres y posesivos hasta dejar claro que nuestra aportación —que no intromisión— ha sido fundamental. A fin de cuentas, por algo tendrán que recordarnos cuando no estemos, ¿verdad?

Eso me recuerda a un grafiti que leí en un antro de mala muerte hace muchos años. Decía:

«Haz que echen en falta tu ausencia cuando te marches, no cuando estés».

Y con esto, se podría resumir que, a veces, vale la pena escuchar. Si te lo piden, dar tu opinión. Si no, desahógate en tu blog —como un servidor—. Para debatir, esperar el turno de palabra. Y si esa persona que sabemos que no calla ni debajo del agua te taladra, escucha atentamente por si puedes aprender algo de ella.

Y si no, pues a la mierda.

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