J.S. Sansano

Lugares con Alma Incorporada: El Faro

El faro en lo alto de la montaña que lindaba con el mar. Un lugar respetado por todos, de culto para los más jóvenes —el «Faro», como el «Gancho» para los alienígenas triopes de «Toy Story»—, de purgatorio para otros —y no me señalo a nadie—.

El faro es uno de esos lugares con alma incorporada, escenario que ocupa una posición especial en la vida de Tony. Allí es donde daría rienda suelta a una primera corazonada enfundada en toda una contradicción de intenciones, con la mente aún deslumbrada por los fuegos artificiales; donde buscaría refugio, junto a sus amigos, cuando el señuelo de un amor incomprendido le arrastrase más allá de sus convicciones; y donde una parte de sí mismo se arrojó al vacío para volver a encontrarse.

Pero representa mucho más. El faro, como guía inamovible en la oscuridad, se convertiría en el símbolo que Tony elevaría en sus conciertos para alentar a despertar a todas esas Mentes Dormidas que acudiesen a él. La imagen de un monolito con la cúpula de cristal, despuntando entre las sombras y la bruma, se plasmaría en pantalla grande, tras los integrantes de la banda. Acompasando el giro de su linterna a un foco que barrería a los espectadores con su estela de luz. Firme y avizor ante las miradas de todos aquellos que comprendieron que ya no estaban solos.

Todos tenemos algún lugar que cobra un significado especial por lo que vivimos allí. Donde aprendimos a descubrirnos un poco mejor, donde conocimos a esa persona, donde convivimos con ella, donde conseguimos apartarnos de las penas —aunque solo sea por unas horas—, donde solíamos ir con esa otra persona que ya no está…

Y vosotros, ¿recordáis algún lugar con alma incorporada?

Pd.- Uno de los míos, por ejemplo, es el edificio Riscal.

Edificio Riscal, Alicante
© Pepe Miralles Bernabeu