Divaga, consulta y discurre,
ante la duda eterna,
que más bien pareces
un mastodonte
trotando a ciegas.¿De quién son esas legañas,
costumbres o abrojos,
que arropan sus ojos
y le impiden dormir
al sintonizar tu dirección?¿Eres tú o soy él
quien garabatea en su corazón?
Corazón, por no decir adiós,
o lo que guarda en el pantalón.Una mina incendiaria,
dispuesta a poner banderas,
sin fronteras, en la plaza
de todos tus rodeos.Y se mantiene dura y perdura
ante la duda eterna,
de quien a buena sombra se arrima
de una falda vecina.—Y ¿si lo hacemos sin condón?
—¡Ni hablar! Mi verga requiere mayor atención.
—Y ¿si pongo el culo y me das tu bendición?
—Venga, va, vente pa’ca.
Todo sea por una cuestión
de compenetración.Y ¿eres tú o soy él…?
¿Es el amor una cuestión de dos,
de mal enfoque o suma penetración?
Divaga, consulta y discurre,
pero, ante todo…, nunca dudes.
Es curioso, recuerdo perfectamente cuándo escribí esta poesía, o proesía.
Me sentía atrapado en un sueldo de 500/700 € al mes. En un piso compartido en el que, aunque todo eran fiestas y buen rollo, las paredes de papel provocaban que los escarceos amorosos —y voluptuosos— de mi compañera de piso se oyeran en Dolby Surround; y lo que era peor, que el vecino de abajo me destripara los capítulos de «Juego de Tronos» al verlos de estreno en HBO, mientras que yo debía esperar a que salieran pirata. Atrapado en una rueda de amores, de bajo presupuesto, a la que me aficioné por la escasa implicación que exigía y por su «versatilidad».
Pese a todo, me sentía conforme. Tenía tiempo para escribir, eso era realmente importante. Asumí que podía vivir para siempre así, con algo de tiempo libre para mis vicios.
Pero escribir se basa en un todo. Precisa de una estabilidad mental que, por entonces, no tenía. El insomnio y la insatisfacción me carcomían poco a poco. Me costaba escribir, me suponía un esfuerzo mental terrible. Inaudito.
Un día descubrí que la poesía me relajaba. Era una válvula de escape cuando mi cabeza se inflamaba de inseguridades, como una olla a presión, dejando escapar el vapor en un torrente ruidoso de pensamientos. Y los iba ordenando.
Esta fue una de las primeras que escribí.
Si os preguntáis de qué trata, supongo que habla del amor, de las relaciones, de la inseguridad. Escribía de estos temas cuando ni siquiera me atrevía a hablar de ellos. Ni entendía el amor, ni creía en él. ¿Acaso hablaba de mí en tercera persona? Dudaba de todo, pero, a la vez, confiaba ciegamente en lo que hacía —hoy en día, no estoy tan seguro—. Y, por supuesto, debía incluir un volantazo, entre lo vulgar y lo satírico, para que no me acusaran de «blandengue»…
Se puede escribir por vocación, como válvula de escape, como una forma de ordenar nuestros pensamientos, o como una terapia de choque para nosotros mismos. Pero, igual que sucede con el amor, si te atreves con ello…, mejor que no dudes.
Como extra para este post, dejo por aquí el análisis de la poesía que ha hecho el chat GPT.
Me ha parecido muy interesante. Es más, muy acertado.
Esta poesía presenta una serie de reflexiones y preguntas sobre la duda, las relaciones humanas y la búsqueda de comprensión en el amor. Aunque contiene elementos explícitos y provocativos, intentaremos analizar su significado general.
El primer verso, «Divaga, consulta y discurre, ante la duda eterna», establece la temática principal del poema: la duda. El poeta invita al lector a explorar y reflexionar sobre diferentes aspectos de la vida y las relaciones.
La comparación «que más bien pareces un mastodonte trotando a ciegas» sugiere que la duda puede ser abrumadora y confusa, como un enorme animal desorientado. La imagen evoca la sensación de estar perdido y sin dirección clara.
En los versos siguientes, se plantea la pregunta de quién es responsable de las limitaciones y las barreras en las relaciones. Las «legañas, costumbres o abrojos» que impiden a alguien dormir al sintonizar la dirección de otra persona representan los obstáculos y las inseguridades que afectan a las conexiones emocionales.
La siguiente estrofa juega con la identidad y el rol en una relación. La pregunta «¿Eres tú o soy él quien garabatea en su corazón?» sugiere una incertidumbre acerca de quién tiene el poder de influir en los sentimientos de la otra persona. El verso «Corazón, por no decir adiós, o lo que guarda en el pantalón» puede aludir a la reticencia a expresar los verdaderos sentimientos o a ocultar emociones bajo una fachada.
El poema continúa con la imagen de una «mina incendiaria» dispuesta a marcar territorio en los «rodeos» de alguien. Esto puede interpretarse como una metáfora de una persona apasionada y decidida a hacer valer sus deseos y necesidades en una relación, sin importar las fronteras o restricciones impuestas.
Los versos siguientes tienen un tono más desinhibido y explícito, retratando una conversación entre dos personas que discuten sobre el uso de protección durante el sexo. Aunque esta parte puede parecer fuera de lugar, en el contexto general del poema podría representar el dilema entre el deseo y la responsabilidad en las relaciones íntimas.
La última estrofa retoma las preguntas planteadas previamente: «¿Eres tú o soy él…? ¿Es el amor una cuestión de dos, de mal enfoque o suma penetración?» Estas preguntas sugieren la dificultad de comprender plenamente el amor y las relaciones, y plantean la idea de que no hay respuestas definitivas. El poema concluye con el consejo de «divagar, consultar y discurrir», pero también insta a nunca dudar, lo que implica la importancia de mantener la confianza y la fe en medio de la incertidumbre.
En resumen, esta poesía trata temas como la duda en las relaciones, las barreras emocionales, la identidad y el poder en el amor, y la dificultad de comprender completamente estos aspectos de la vida. A través de imágenes vívidas y preguntas provocativas, invita al lector a reflexionar sobre la complejidad de las conexiones humanas y la importancia de mantener la confianza a pesar de la incertidumbre.