Puede que con un solo día no sea suficiente para reconocer la implicación y el esfuerzo de tantas mujeres a lo largo de la historia para que, actualmente, podamos «seguir avanzando» hacia una sociedad plural y más equitativa. Justa. Para eso está el 8M, para recordarnos que aún nos queda trabajo por hacer.
Todos hemos cometido errores alguna vez al dejarnos llevar por la corriente popular. Siendo jóvenes y varones impetuosos, en una sociedad machista como la que intentamos reeducar, asumo que «nosotros» más que nadie. Aunque cueste admitirlo, en muchos aspectos es así, y no es culpa nuestra, sino de la concepción tan elevada que nos han otorgado por el simple hecho de nacer con un rabo entre las piernas.
Esto hacía inevitable heredar ciertos vicios apestosos. Recuerdo varios chistes que, aun adjetivados con humor, de labios de los mañacos de quienes procedían, exponían una realidad bien cruda: «¿Qué hace una mujer fuera de la cocina…? ¡Turismo!» —y los había mucho peores—. Pero lo peor es que hablo en pasado cuando el presente se intuye igual de triste.
No hace mucho, presencié una escena entre dos grupos de chavales menores de edad, uno compuesto íntegramente por tías y otro por tíos. Lo que empezó como un flirteo entre un par de ellos, terminó con unas pullas de las mujeres y una salida de tono por parte de uno: «¡¿A que te violo!?». Yo me quedé de piedra. Ellas simplemente se alejaron de allí entre risas. Al parecer, todo era una simple broma…
Dicen que la culpa es de la educación recibida en casa, pero yo no recuerdo que aplicase un trato diferente a mi madre o mi hermana por ser mujeres. Profundicemos un poco más.
En mi colegio de curas apenas acababan de admitir la matriculación del alumnado femenino. Era lógico que nos agrupáramos en manadas de machos (an)alfa(betos) para acecharlas con la distancia que nos inculcaron. Pero, hoy en día, ¿cuál es la excusa?
La desigualdad es estructural, y abarca todo el espectro cultural y social que nos edifica: la televisión, la educación, el trabajo, la política, el porno…
En mi vida ha habido varias mujeres importantes para mí, entre ellas, mi madre, mis abuelas, mi hermana…, y la chica con la que comparto cada día y un legado maravilloso de recuerdos. Me siento muy agradecido, desde un punto de vista masculino y egocéntrico, por el simple hecho de poder compartir sus pasiones y progresos. Como representación singular de las mujeres, me tiene fascinado.
Con todo esto, lo único que quería era rendir un pequeño homenaje a todas estas mujeres que, saliendo a las calles mientras que muchos pasamos de largo, hacen posible avanzar hacia un mundo en el que no tengamos que mirarnos como extraños.
Gracias por estar ahí, luchadoras. ¡Se os quiere y se os admira!